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lunes, 23 de agosto de 2010

Manila, sin Leyes ni Reyes


Se aproxima la noche y el sol se desvanece como cada día frente a Manila. Sus últimos rayos oblicuos tiñen la atmósfera con una gama de rojos preciosos. Transeúntes despreocupados deambulan por el paseo buscando el fin de la jornada.

Farolas multicolor adornan un malecón en armonía con sus sombras. Manila no es una de las ciudades más pulcras, y la construcción desmedida no respeta costas, paisajes o el verde que crea sosiego. Los residuos son un problema y ni el más audaz de los peces, pasado de copas, se atreve a entrar en la bahía. En el sitio del mundo más superpoblado, es difícil, identificar el agua con el color celeste cuando los ojos la reconocen negra.

En el mundo los problemas creados por el tráfico se multiplican y de esa situación tampoco escapa la capital Filipina. Incluso si fuese un hormiguero, tendría más sentido. La vida es injusta y no hay habitaciones para todos. Sin recursos y con un promedio de seis hijos por familia, hay que saber acomodar en algún sitio los huesos.
Entre los decadentes están los que se hicieron un espacio en el cementerio, no para morir, sino para vivir entre los muertos. Los que no consiguieron ni tan siquiera eso, son nómadas urbanos, que durante las horas de luz recorren las calles en busca de algo… hasta que les sorprende la noche. Entonces exhaustos imaginan su vivienda y duermen en una acera hasta el nuevo día.

Ver a los niños pedir, es duro, entender cómo sobreviven en esas condiciones imposible. Una familia, un ejemplo, a cada paso hay cientos. Un jovencito, descalzo, demacrado y muy sucio se acerca a un forastero con un vaso de plástico, en la mano, unas pocas monedas reposan en el fondo, pero son tantos que necesitarían una donación de un banco. La gente que tira hacia adelante, por decirlo de alguna manera, en esas condiciones, peleará en dos guerras, contra la miseria de día y contra ratas de noche.

Una noche, por esas latitudes, mis ojos captan una escena, un cuadro de tristeza que nada, ni nadie podrá quitar de mi galería. Porque yo quiero que esté presente en mi mente, hasta que el mundo cambie, hasta que todos tengamos mejores posibilidades. ¿¡Qué iluso!? Tres de la madrugada, el bebé despierta y rompe en sollozo, la criatura estaba apoyada en la acera, todos dormían y ella despierta. No me atrevo a decir que tenía tres años, muy poco pesaba. No se pone de pie, por el suelo llega al recién nacido y sin protesta alguna, lo levanta con esfuerzo y de rodillas entre sus brazos lo acuna.

A pocos metros de aquí, bares, discotecas a rebosar de residentes y turistas que los frecuentan. Otra situación, otra realidad, alcohol y prostitución, en esto hay que decir que el mundo es un tablero y los cuadros son todos los mismos. En barrios como Malate, todos los días son sábado y cascadas de cervezas riegan en continuidad las barrigas. Parte de la sociedad está inmersa en un mecanismo, en época de vacas flacas, siempre, las muchachas que hacen la vida reinvierten sus beneficios con la esperanza de que entre bebida y bebida aparezca una buena presa.

La noche irradia cierto tono de frescura y locura. Los complejos quedan ocultos en una ciudad en la que todo vale, en la que todo es posible por un precio. Un amigo me dijo: “¿Y tuviste que ir tan lejos para averiguar eso? Es que aquí sobrepasa los límites. Está aclarando llegamos a un bar de la calle y vemos a bandas de mendigos desplegando trucos y mercadeo variado. Recorren las terrazas y se aproximan a la mesas.

Pequeñas a distancia de hacerse señorita se aproximan a los blancos, así le llaman a los venidos de América o Europa. Ellos pasados de copas, ellas les acarician el cabello, le entregan miradas y buscan ser cazadas como ovejas, cuando con su edad, a esa hora de la madrugada debería estar en la cama para mañana despertar e ir a la escuela. ¿A qué escuela van esas niñas y los miles que ellas representan? ¡Qué escenario! No estudian pero alguien ha hecho escuela en ellas, persuadir a su objetivo, significa ayudar a su familia. Con los muchachitos más de lo mismo, dinero por…

Una muralla, un fuerte, edificios coloniales y la iglesia son la esencia de la vieja guardia. La ciudad es un ir y venir de contraste, el colorido, la oscuridad, la belleza, la tristeza, el amor, el desprecio. Todas estas situaciones crean un cóctel de sensaciones, una droga capaz de hacer interesante a Manila. Del infierno al paraíso, sin fronteras, dentro de la ciudad hay otra ciudad: Makati, corazón financiero, cultura y glamour en un sitio distinto. Las torres llegan al cielo y las flores visten los parques, los jardines y los balcones. La vida, es blanda o es dura, la gente actúa, Manila es un escenario importante y el show debe continuar.

Amanece un nuevo día, la tenue luz ilumina las pupilas de los niños que acaban de despertar de su incómodo letargo. La esperanza asoma en sus ojos. Un cambio de suerte, un golpe de fortuna, un brillo resplandeciente, un distinto amanecer,... Algo que resulte un cambio positivo puede darse hoy, puede darse siempre.
miércoles, 11 de agosto de 2010

El Paraiso existe


Permitirme que entre en juego con vosotros. Gracias por hacerlo, no os preocupeis, al final voy a revelar el nombre del sitio. De momento partimos de un punto del Paraíso, se llama Coco-Mangas y es, increíblemente, divertido. Superior a asistir a un teatro para ver una buena comedia. Lo bueno es que la función, por cierto, rica en sorpresas, cada día es distinta. Podríamos decir que la forma exacta de llamar a un sitio de esas características es: “Disco Bar”. Está ubicado a pasos de la que con justicia llaman la playa más bella del mundo.

La zona es rica en estructuras de óseo, las hay más bonitas, mejor ubicadas, con música en vivo y espectáculos. Pero Coco-Mangas se lo lleva todo, porque su espíritu es puro y su sabor genuino. El sitio es especial y el visitante palpa el inicio del gran premio antes de ver los bólidos. En la misma calle, hay un hotel alojamiento para corto tiempo y por si a esa situación  le faltase condimento, en la recepción de este establecimiento, un escalón arriba de modesto, hay una nota donde se lee: “Se aceptan todo tipo de parejas, tríos y personas hasta el número que indique por ley la capacidad de la habitación”. Coco-Mangas es un punto importante, en un universo distinto. Por aquí, globos aerostáticos y helicópteros siempre están disponibles para ofrecernos un paseo. En este caso yo prefiero el Montgolfier, subir conmigo.

Es un placer dar un paseo con vosotros. Agárrense fuerte, siempre es así la primera vez en los primeros metros. ¿Ya estais mejor verdad? Lo sabía. Veis, el punto se empequeñece y el panorama se agranda. No amigos, no estamos soñando. Es real, es un privilegio de dioses de este planeta. Son siete kilómetros de longitud por menos de un kilómetro de anchura, aquella extensa línea de costa que ven sobre la derecha, pertenece a White Beach, (Playa Blanca), es lo más parecido a como un hombre sin vocación religiosa cree que es el Paraíso. Una avanzada de palmeras despunta sobre la arena blanca y saluda a las aguas, que con la alta marea llegan a tocarla. Entre los cocoteros se hace camino, puestecitos de souvenirs colman de color el paseo. Su especialidad son las perlas, las joyas son las personas. La primera línea de edificaciones es la corona de la princesa; cafeterías, sitios de Spa, lugares de copas y tiendas exclusivas. Mirar el mar por allí eriza los cabellos, quien observa los azules, que llegan sobre el blanco, siente la energía del océano. Cada vistazo, cada paseo, es un gozo, la playa te recibe y te pregunta si buscas relax o movimiento, después te acomoda y estás servido.

Cuando el Sol se va a la cama, lo hace mostrando su arte, el mar y el cielo, sus dos grandes amigos, le preparan su belén allá en el horizonte. En la isla el arte se expresa, con creatividad y simpleza, sus materiales preferidos son la madera, la paja, el bambú y las telas, que bonitas quedan las palmeras llevando en sus troncos vestidos de seda. Cuando el cielo se cubre de oscuro, el reflejo de la luna baja su camino al agua, invitando a los enamorados a subir para pasear por ella. Estructurados con caña y revestidos con lienzo, los faroles encienden corazones. La playa es activa de día, de noche retrasa su descanso. Para una cena romántica, apenas exagero cuando digo que las variantes son infinitas, un ejército de trabajadores, atacan la arena, las luces la siguen mostrando blanca y sobre ese espejo montan y desmontan, cada noche, preciosos restaurantes, butacas de reinas y reyes, mantelería de otro planeta, abundan los decorados florales y las velas dan calor en cada mesa. Los aromas se adueñan del paseo y las olas les tienen en danza con su música. Cuando las cosas gustan, todo va muy de prisa. Termina la cena y empiezan las copas.

Pero hay otros sitios, otras playas, no tan bellas, si ventosas. El viento sopla fuerte de poniente, hasta el punto de sacrificar la costa de ese lado, es allí donde un conjunto de palmeras aguanta la envestida con una nutrida primera línea. La fuerza del aire suele ser tremenda, pero las formaciones de cocoteros se suceden, lo reducen y lo contienen. Naturaleza, contra sí misma, ese escudo de verde viviente, detiene el viento que llega por el Oeste y hace apacible la costa del lado contrario. Sacrificada por su hermana, la playa del viento, durante las horas de luz goza de agradable compañía. El aire es una delicia y los amantes de la práctica del Kitesurf, llegan allí para darle alegría al desolado paisaje. Coloridos aguilones salpican el celeste del cielo, las tablas recorren a buena velocidad la superficie azul y los más experimentados premian a los curiosos con increíbles acrobacias de vuelo.

Un lugar pequeño, lo bueno viene en envase chico, sus alrededores son santuarios para el buceo submarino. Ricos en coral y peces de esos que ni el mejor de los artistas es capaz de pintar tan bellos. Por si eso no fuera suficiente, hay que agregar el atractivo de los barcos hundidos. Aguas de piratas, con fuerte presencia de galeones españoles, escenario naval de la segunda guerra; si la suerte no les ayuda a encontrar una joya de aquellas, en un país donde un día sí y otro también se hunde un barco, sin dificultad encontrarán un amasijo de hierro convertido en reserva marina. Navegar una barca, ver como las aguas acarician el casco y las velas coquetean con el viento es un regalo para el alma.

Ahora que vimos como es el lugar dónde estamos, apagamos los quemadores, el aire se enfría, se hace más pesado y por ende el globo comienza el descenso. –Ya en tierra–:  ¿Os gustó el paseo? Veo en vuestros rostros la respuesta, gracias por viajar conmigo. ¿A vosotros os pasa lo mismo, verdad? Todavía no me he ido y ya extraño el sitio. ¡Hasta el próximo viaje…! Perdón me iba y olvidaba desvelaros el secreto: <>. ¡Hoo…! ¡Qué sorpresa! Siento el aura del alma de la isla susurrar en mis oídos: “Por favor, dile a tus lectores que les espero. En mi Paraíso todos son bienvenidos”.
viernes, 6 de agosto de 2010

Los Caminos de la vida en Filipinas


Vamos a darle un nombre. ¿Qué les parece Lucy? Ella resucita todas las mañanas después del mediodía. Por la noche, su trabajo es duro y conviene descansar.
En muchas ocasiones se introduce en la vorágine festiva que enrola a algunos de sus clientes. Su cuerpo es pequeño, pero bien formado. Apenas llega a los veinte y, en su corta trayectoria  haciendo la vida, los problemas se multiplican.

Hace solo un mes que la necesidad la metió en esto. Terminó de estudiar y de la noche a la mañana decidió abandonar su isla para por algún dinero entregarse a turistas hambrientos. Sus hermanos tienen que ir al colegio, su familia no tiene los medios y en el afán de intentar que en los menores no se repita su dramática historia se entrega a los perros. Paga su habitación como puede en una humilde choza de las afueras. Nunca ve la tele, pasa el tiempo pensando, armando un puzzle con piezas imposibles.

En la discoteca apenas baila; su carácter es serio, no es momento para bromas. Otea el pequeño horizonte que tiene frente a sus ojos oscuros en busca de cruzar una mirada lasciva con ganas de sexo. No necesita amor o cariño. Sólo billetes que le ayuden a solventar la deuda que ha contraído con su casera. Prefiere viejos, feos y gordos con sus defectos asumidos. Pagan mejor, y en breve los despacha. Cuando el encuentro es menos difícil, no la tocan, sólo la observan, esas miradas no las interpreta, con sufrirlas tiene más que suficiente; mientras se desnuda, poco a poco, ellos se masturban.

En su profesión abundan las situaciones duras donde viene obligada a satisfacer fantasías que deshonran nuestra especie. El miedo suele ser su indeseado compañero; cierra fuerte sus ojos y evade. Viaja en su imaginación a su infancia. Recuerda su niñez, cuando creía que la vida era perfecta y su mayor problema era buscar un juguete entretenido para pasar el día, cualquier cosa servía; un palo, una cuerda... “Si ato el palo al cabo, podré arrastrar la carga sobre la arena de la playa, puede ser un auto o un caballo. Sobre el agua quizás un barco.”

La realidad es otra, en este momento, su cuerpo flota dócil sobre la masa de sebo de la barriga de su compañero de pago. Se mueve como una pequeña barca, a la deriva, en un mar agitado. Trata de buscar un ritmo pero no es sencillo. Tiene que hacer un buen trabajo para que su cliente repita. En el oficio la competencia es feroz y sabe que si no encuentra fuerza para lograr el esmero adecuado, en favor de otra, perderá su sustento. Además, este adulto paga bien, la tiene pequeña, eyacula de prisa y jamás protesta.

Trabajó un tiempo de camarera en una cantina de su pueblo. De sol a sol se pasa la vida. Llegaba cansada de dar vueltas, y a la jornada siguiente más de lo mismo. El día de cobro ya estaba todo gastado, apenas alcanzaba para tapar agujeros. Donde hay miseria las malas ideas son agua de supervivencia, así supo como otras muchachas se ganaban la vida. Las voces decían que en los bares de playa se conseguían clientes que pagaban por una noche, lo que ella sacaba en todo un mes de faena. Pensaba: “Qué injusto es el destino”. El suyo si iba a cocer en el fuego de una triste realidad avivada por forasteros, donde los coreanos son los más deseados. Les llaman: “Tres-tres-tres”. Tres, centímetros; tres, minutos y pagan tres grandes.

El buen clima, bucear, en paradisíacos fondos marinos, o mejorar su inglés. Toda excusa es buena, la realidad es otra; llegan en rebaños y pasean despistados: “Crean mercado”. Apenas conocen la noche. Muchas veces se encuentran por la playa con alguna chica y sienten un flechazo. Se enamoran; la pasión puede con ellos y la cogen de novia. El encuentro, difícilmente, haya sido casual y los estímulos son generados adrede para lograr el objetivo culminante. “Si quieres que sea tu novia, tengo que dejar este trabajo y si lo hago necesito una asignación mensual que me permita vivir más desahogada y ayudar a mi familia”.

Casi todas tienen hijos, a veces, los ocultan de sus presuntos prometidos. La carrera es larga y está llena de obstáculos, las más afortunadas logran un buen matrimonio, otras consiguen arañar un salario, hay buena afluencia de ellas a las oficinas de transferencias de la Western Union. Son el género, en el mercadeo del sexo, las que reúnen las mejores condiciones suelen ser favorecidas por varios enamorados, lo que supone, ingresos múltiples; una economía desahogada; y la posibilidad de ayudar a su familia se transforma en una flor en el camino que arrasan las bestias. Abundan las trampas, por aquí la comida no es muy buena, de noche fluye el alcohol y el tabaco, este suma nociva deteriora el cuerpo; su herramienta. Todo va muy de prisa y con el paso del tiempo disminuyen las posibilidades.

Una vida dura donde los problemas se multiplican como setas. Es normal que acumule tensiones, también lo es que necesite a alguien que la escuche, cuando lo encuentra se desahoga, sin poder disimular que hay realidades que no pueden salir de sus adentros.

En la hora de poca afluencia de fieles suele pasar por la iglesia para encender una vela; es que cuando no le quedan monedas tiene que tomarla prestada. “Quizás mañana tenga”, murmura. No tiene prisa, ora y después habla a su Dios desde su conciencia, sabe que él la escucha; le pide perdón aunque tan solo con la comprensión le basta. En la parroquia su fe recoge sosiego que la acompaña a casa. Descansa un rato en la hamaca y se relaja pero el Diablo la despierta, ríe, la avasalla, le recuerda los próximos pagos y la manda al trabajo de vuelta.