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lunes, 30 de diciembre de 2013

Quietos hasta saber si lo que ves es algo.


Se me acaba de ocurrir que tengo un deseo para todos vosotros: mucha vida.

Sois afortunados los que podéis leer esto porque estáis vivos, o tratáis de estarlo, tenéis el privilegio de estarlo.
Afortunadamente cada mañana nos levantamos de la cama después de un mejor o peor sueño, con el pie derecho o izquierdo, por cualquiera que sea el costado elegido, en un hemisferio o en otro, sea como fuere, seguimos nuestra vida, nuestras pautas, más o menos establecidas o que nos establecen, o totalmente aleatorias, nuestra bonita vida, o fea, o feliz, o atormentada, depende de los ojos con que se mire, pero vida al fin y al cabo, podemos estar orgullosos de estar vivos, de poseer el bien más apreciado, la vida, cualquiera estaría dispuesto a matar por ella. Tenerla en posesión o desposeerla sucede, en cualquier momento.

La vida nos ofrece ciertos privilegios como especie que tantas veces no somos capaces de ver, por dotados de su posesión, por obviarlos, por lo que sea no los vemos, y están delante nuestros ojos todos los días, es lo que poseemos por estar vivos

Demasiadas veces nos preocupamos  por poseer más de lo que tenemos, más de lo que la vida nos ofrece, sin darnos cuenta en absoluto que si no somos capaces de ser felices con lo que tenemos, poseemos, apropiamos o llámalo como quieras, tampoco seremos capaces de serlo con todo lo que nos falta.
En realidad hablo para el primer mundo, me doy cuenta de ello cuando releo un poco hacia atrás. Primer mundo, la gran minoría, tercer mundo, la inmensa mayoría.

Poseer es un privilegio de pocos, la mayoría  poseen o desean poseer  la capacidad de sobrevivir mañana, tener para comer, para dormir y poder echar un poco de gasolina a la moto para continuar rebuscando. Si en Asia no tienes moto, no existes.

Vivo en una casa grande, sin paredes, desde donde veo el agua de la lluvia cuando cocino, la luz del sol cuando  transita de una punta a otra de la terraza, el rio con su constante caudal, el bullicioso vivir de la gente frente al mercado central, el viento, el agua, los vendavales, las tormentas, todo está dentro de casa, la que siento como mi casa, primera en los muchos últimos años, hubo muchos otros hogares donde disfruté y aprendí, quizás unas mil, difícil de calcular. No necesitamos mucho para sobrevivir, no hay donde gastar dinero, el incipiente capitalismo todavía no azota estas tierras, ya está cerca, pero no ha llegado aún.
Viajo sin equipaje, lo que entra en las alforjas de la moto, y lo que cabe en los bolsillos, que normalmente es más que suficiente. El viaje no tiene expectativas, a veces planeo, pero nunca sale como tal, así que el plan sigue siendo el mismo, sin plan. Como dice un amigo que anda por esta parte del mundo, “quietos hasta saber si lo que ves es algo”.

Cada vez me cuesta más trabajo sentarme frente a un ordenador, mantenerme comunicado, actualizado, cada día que pasa lo veo más aburrido.  A medida que la tecnología avanza, voy retrocediendo en el mundo tecnológico, al mismo tiempo que surgen nuevas enfermedades y adicciones en relación a las redes sociales, como esa necesidad de sentirse comunicado siempre, siento la necesidad y adicción de no estar comunicado nunca, de sentirme más en contacto con la vida y todo lo que nos ofrece.

Vivir en contacto y armonía con la naturaleza, vivir sin necesidades inventadas, todo lo que poseemos o queremos poseer nos pone peso en la mochila y nos resta libertad y nos posee, deberíamos dedicarle más
tiempo a la verdadera lucha, saber que estamos vivos y vivir libres, para algún día conseguir ser felices.
Voy a pasar el último día conduciendo en Camboya, toda una aventura o un reto, hasta puede terminar en desastre si despistas un segundo tu atención de la carretera. Si apartas tus ojos de la pista aunque sea un instante para mirar el paisaje, el río, un atardecer, puedes tener sendas sorpresas debajo de la rueda, constantemente, tales como un socavón, lo que explicándolo más exacto sería más que un agujero y menos que un precipicio, aunque algunas veces pueda llegar a ser esto último también. Por no hablar de animales, personas, conductores,… que se pueden cruzar en tu trayectoria sin aviso previo, carreteras estrechas, adelantamientos que te sacan del asfalto por ser pequeño, carreteras sin asfalto, un país subdesarrollado al fin y al cabo, de supervivencia natural.  Tomaré un descanso en el camino, después seguiré viajando. Pronto podré dormir sobre la moto, como algunos ya lo hacen.

Mucha vida, mucha libertad, muchos buenos y felices viajes.






viernes, 19 de julio de 2013

A estas alturas de la vida.

Mi cuerpo, mi mente, mi corazón, mi alma, están llenos de energía. A lo largo del camino voy encontrando espacios, personas, lugares, proyectos,… donde descargarla y renovarla, vaciarme y volver a llenarme. Reciclarme y evolucionar en un cambio constante.

Son muchos años de viajes sin destino y con muchos caminos, viajar me hizo mayor, sensato, ya empiezo a verme como un joven hombre con bonitas experiencias. Las canas y las arrugas van surgiendo poco a poco, llegaron en el viaje, el viaje me hace cambiar, pensar, soñar, volar.

En estos momentos trabajo en un bonito proyecto que prácticamente me quita la totalidad de mi tiempo, aunque siempre encuentro un poco para lo que quiero, la vida sin tiempo para disfrutar no sirve de mucho. Los nuevos rumbos de los vientos me llevarán a vivir en otras diferentes latitudes en las próximas fechas, meses, años, eso es algo que ni la misma vida sabe.

Esta mañana me veía a mi mismo por las calles del pueblo, veía como los vecinos me miraban cuando volvía de comprar ciertos enseres necesarios para continuar con la obra día tras día, como unos kilos de clavos. Me ven caminar descalzo, como lo hago los últimos tiempos, negociar descalzo, firmar contratos descalzo, incluso ir al banco descalzo, camino sin nada en mis pies, con un saco en el hombro, pantalón corto y camiseta de tirantes, la misma de los últimos tiempos, casi la única que tengo. Me veo como uno de esos tantos vagabundos que conocí en muchos diferentes lugares por donde caminé y que me enseñaron tantas cosas. 

Viajo tranquilo, miro a los lados, siempre trato de saludar con una sonrisa, no me importa nada lo que la gente piensa, lo que verdaderamente me importa es que me siento libre, feliz, muy fuerte en mi mente y mi corazón, con mucha energía y amor para regalar por el mundo, en los viajes que están por venir, porque la decisión está tomada, hay que seguir viajando, ayudar al planeta, ayudar a la gente, ayudarme a mi mismo.

Cada vez me siento más joven, viví muchas vidas a lo largo de mi vida, quizás esté en la mitad, o no, eso que nunca se sabe, pero tengo la sensación de ser un joven envejecido por bonitas experiencias, con cuerpo de joven y mente y corazón veterano, con muchas ganas de seguir viajando, con la sensación de que mi viaje acaba de empezar, de que el verdadero viaje está por llegar, de que hasta el momento fueros simples experiencias y caminos para algún día llegar a un lugar que aún desconozco y que no quiero conocer hasta que aparezca.


Desde el principio del viaje únicamente planeé vuelos para abaratar costes, nunca compré una guía de viajes, apenas un mapa y una brújula, que ahora, a estas alturas de la vida, ya han desaparecido, siempre dejo que la vida, la suerte, las personas, los lugares,… influyan sobre mi vida, sobre el viaje, sobre los caminos a tomar, siempre dejo que la vida decida, a estas alturas de la vida, cuando estoy en el ecuador de mis años, o quizás más, o quizás menos, las pequeñas arrugas que se van marcando para algún día convertirse en grandes y profundas, que van surcando su camino por sonrisas y sueños, a estas alturas de la vida, me siento orgulloso de lo que estoy haciendo, me siento más fuerte que nunca, más salvaje y más libre, a estas alturas de la vida, siento que estoy naciendo.



miércoles, 26 de junio de 2013

Artistas de sus vidas

Los últimos meses del viaje de la vida los he compartido con Chloe, sin haber cumplido la mayoría de edad la encontré en un bonito parque de la ciudad colombiana de Cali, solitaria como buena viajera, pintando en su cuaderno de notas y dibujos, su diario de viaje. Tenía una carta con la autorización de sus padres para poder salir del país, eso ya me puso en alerta de que estaba frente a alguien especial. Desde allí gestamos la idea de viajar por Asia.
Su viaje era parte de un sueño, un deseo que guardaba desde niña, y un descanso en sus estudios para poder descubrir que quería hacer con su vida. Los encuentros no son casuales, siempre ocurren por algo.
Antes de volar a su casa, le pedí que escribiese sobre el viaje, para compartir un texto en el blog, que cada vez atiendo menos. No tengo mucho más que decir, prefiero escuchar lo que dice ella. Su viaje y el mío se reflejan en el mismo espejo.


Mientras que me siento en la estación de tren de Aranyaprathet, un pueblo cerca de la frontera tailandesa con Camboya, pienso en la vida y en el viaje que me llevó hasta este momento de mi vida en este lugar dado. Esta noche va a ser la última de muchas noches pasadas en estaciones de tren durante este viaje, pero habrá más en otros viajes. Espero el tren que sale en la mañana y que me lleva hasta Bangkok, donde tengo mi vuelo para volver a Francia. Aquí, la estación de tren no es como las que conozco de India, llena de gente durmiendo en el suelo por todos lados. En esta solo hay una mujer tumbada en el banco, intentando dormir. Se puso muy contenta de ver que esa noche no la iba a pasar sola.

Estos últimos diez meses estuve en tres continentes diferentes, viajando por nueve países diferentes; Colombia, Tobago, Inglaterra, Francia, España, Tailandia, India, Nepal y Camboya, y en este tiempo, aprendí más que en mis 17 años anteriores estudiando en la escuela y el colegio. Fui a la Universidad del mundo y aprendí de los maestros de la vida. Tuve la suerte de pasar por el mundo real, el mundo de la supervivencia, donde la gente aprecia las pequeñas cosas. Pronto vuelvo a un lugar donde todo es fácil, donde todo está en la mano. Un lugar donde no tienes que pensar en si vas a enfermar si bebes el agua del país, donde hay agua caliente para ducharse y un buen colchón para dormir. Un mundo en que la gente no sabe vivir sin teléfono o internet, donde los coches respetan a los semáforos y dejan a la gente cruzar la calle. Un mundo en que no puedes pasar en bicicleta saludando a los desconocidos sin arriesgarte a una reputación de loco, donde la gente nos juzga por nuestra ropa y nos mira si andamos por la calle descalzos.

Conocí  a mucha gente en mi camino, algunos amigos para la vida, otros solo pasajeros, mandados por alguien para ayudarme de alguna manera. Pero todos han sido, y siguen siendo, mis profesores. Aprendí mucho de todos los que he conocido, sobre cómo hay que ser, pero también sobre como no hay que ser. En este viaje he vivido muchas vidas muy distintas. He compartido mi comida y mi cama con los pobres, mientras ellos compartían conmigo, y también he vivido la vida de gente famosa, viéndome en la televisión y en el periódico, bailando en la calle, haciendo feliz a la gente.

Viajar me abrió la mente, me mostró que no solo hay un camino en la vida, sino muchos distintos y ninguno bueno o malo. Me enseñó que el dinero no hace feliz a la gente, les pudre la mente. Este viaje me ayudo a ver que soy más loca que  lo que pensaba, pero también para darme cuenta que en realidad, no me importa lo que piensan los demás, porque esta vida es mía para vivir como quiero. Ahora aprecio más lo que tengo, la familia y el país en que nací. Me doy cuenta de la suerte que tengo de no tener ninguna represión religiosa en mi vida.

Viajar me enseñó como viajar, me enseñó a mostrar mi carácter  contra lo malo del mundo donde vivimos y a pelear por lo que quiero ser en esta vida. Pero sobre todo, viajar me enseñó como vivir. Mi viaje empezó el día 17 de septiembre 2012 y ahora sigo mi camino, viajando, y lo haré siempre. Mi vida es un largo viaje en que cada día es el comienzo de una nueva aventura.




Fue un verdadero placer compartir este viaje contigo, me enseñaste muchas más cosas de las que imaginas, sobre todo a tener mucha más fe en los más jóvenes, sois el verdadero futuro presente.  La vida es un viaje, un único viaje, un viaje único. Estoy más que seguro que harás una bonita obra de arte con tu vida. Si yo fuese uno de los maestros de la vida y tuviese que ponerte una nota…….. INSUPERABLE.
viernes, 26 de abril de 2013

Full moon


"Full moon" en Katmandú, una de esas ciudades del mundo con la que de pequeño soñé despierto. Hoy hubo festival en el "monkey temple", la gente se divirtió bebiendo, los demás nos divertimos mirando. Entre treinta y treintaicinco, me permito un baremo de cinco grados centígrados para adivinar la temperatura predominante en el día.

 
Es una ciudad áspera, de esas que se atragantan un poco al entrar. Demasiada gente, demasiado tráfico, sumas y restas dan lugar a demasiada polución, lo mismo de siempre en cualquier ciudad grande del mundo, y eso que la gasolina está por las nubes, quien lo diría.


Aquí internet es un lujo más que una necesidad, la mayoría de las veces puede llegar a serlo una simple sandía.

Siempre recuerdo esas palabras de un buen amigo: "nunca encontrarás el mejor lugar para quedarte, solo existe dentro de tu mente".

Encuentro a Fred en el camino, se le ha reproducido el cáncer y ha venido para subir por última vez hasta el campo base del Everest. Las fuerzas le han fallado y se ha dado la vuelta, dice que abandona la montaña, ahora prefiere viajar, vivir viajando, vivir tranquilo.

 
Buceando entre palabras le cuento que el viaje no es fácil, este tipo de viaje que el pretende obliga a desprenderse de todo, a vivir casi con lo puesto, a perderlo todo de un dia a otro, a dejar en el camino bonitos proyectos, bonita gente, bonitos sentimientos, para continuar solo. Por otro lado aprenderá a ver dentro de la gente, sobre todo dentro de el mismo, porque mirar es fácil, pero no siempre es sinónimo de ver.


Huye de un sistema que le acosaba, le encorsetaba y le tapaba la boca, por eso ha tenido que abandonarlo todo y venir a vivir a un dormitorio compartido con diez camas y sus respectivos inquilinos a un euro el día, donde a cada momento aprendes algo nuevo, sobre todo a ser tolerante y a no tener intimidad. Basta eso y un par de "chawmein" y unos cuantos “chais” al día, para disfrutar la vida con una sonrisa, como si cada minuto fuera el último que queda para que alguien venga a apagarte la luz.