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viernes, 16 de abril de 2010

Regreso al presente

Desde casa de Noriko llego hasta la estación de Namba, coger el tren Nankai line y dirigirme al aeropuerto internacional de Kansai, a unos setenta kilómetros de la ciudad de Osaka, desde donde sale el avión que me tele-transportará a Hong Kong.

A mitad de camino el tren se para en medio de una estación. Voy en el último vagón, donde va una chica controlando la parte trasera del tren. La espera pasa de veinte minutos, y algunos pasajeros comienzan a llegar por aquí con quejas y gruñidos, supongo que llegan tarde donde van. No me entero de nada. Pasados treinta y cinco minutos el tren arranca de nuevo y pasa despacio la estación de Matsunohama. Es el semi-expres. En algunas para y en otras no. Cuando pasa mi vagón por donde se encuentra la gente, un acto reflejo me hace mirar por la ventana. OSTIAS!!!... se me escapa sin querer, al ver el cadáver de una persona tirado en el andén, cubierto por una sábana blanca llena de sangre por algunas partes donde hubo desmembramiento. Nadie levanta la cabeza de sus teléfonos, de sus MP4 o sus sudokus. Nadie habla nunca en tren o metro. Sólo el tipo que va junto a mí, levanta la cabeza un par de segundos, me mira y me dice con sus ojos: “que pasa chico, ¿nunca has visto un muerto?”. Baja la mirada y sigue con lo suyo.

Todos sabían lo que ocurría menos yo. Pero en Japón es normal suicidarse. Unas treinta mil personas se quitan la vida cada año. Metro y tren es la forma más habitual que tienen de encontrar la puerta de salida de la isla. Las islas están rodeadas de agua, de mares furiosos que determinan necesitar dinero para escapar de ellas. Hay cobardes que ven la solución en matarse. Lo prefieren así que intentar huir atravesando a nado demasiados kilómetros de agua. Mejor morir así que morir ahogado, deben pensar. Quizás ni siquiera sepan nadar.

Llego al aeropuerto y me bajo del tren al que subí haciendo transbordo tres estaciones antes. Sigo con el trauma del suicidio que he visto en la cabeza. Soy de pueblo, que le vamos a hacer. Me bajo sin pagar, a la revisora no le da tiempo a cobrarme. Tengo tiempo. Deambulo un poco antes de hacer el check-in. Los mostradores de Air China se encuentran en la parte derecha de la tercera planta. Está hasta la bandera. Espero a que se despeje un poco y me incrusto en la cola. Llego de los últimos. La chica no me encuentra entre los pasajeros. Consulta tras consulta, determina que compré tarde mi pasaje, por lo tanto, el veredicto es.... overbooking!!! Se queda usted tirado aquí como una colilla hasta el próximo vuelo con vacante que sale.... dentro de cuatro días. Una prueba de paciencia que me pone la vida.


Por la noche conozco a Samuel, un chico de Hawaii que viene buscando sus raíces por esta parte del mundo. Su familia vive en Filipinas. Me apetece conocer Filipinas. Quizás me apetezca también conocer Hawaii. Me voy a dormir. Tengo que reflexionar y estoy cansado. Sayonara.

1 comentarios:

Athenea Mata dijo...

...vaya palo... Y la gente sin inmutarse al ver lo que la desesperación humana puede llevar a hacer a una persona: matarse. Nos entrenan. Las películas, los telediarios...Bombardeos de imágenes que nos acostumbran a ver lo que ninguna retina jamás debería registrar. Y por lo visto estos japos, que siempre nos llevan la delantera, vaticinan que la era tecnológica desemboca en un mar de hielo... Y luego lo que dices del caos que se avecina, si descubrieras también cómo pararlo luego...

Aquí, como siempre, se te echa de menos...