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martes, 4 de mayo de 2010

Cuentos Chinos en Shangai

Ni cuentos chinos, ni películas del oeste. Los medios de información casi siempre mienten. Tienen esa buena costumbre, mantener al pueblo engañado. Mienten en favor del que les paga, callan en favor del que les manda. Digo casi porque tengo algún amigo en la lista al que pretendo rescatar, pero sin lugar a dudas es el mejor conocedor del asunto.

Todas las entradas vendidas para los primeros días, se vaticina un hormiguero humano, un holocausto caótico, un acontecimiento sin precedentes en la historia, con una inversión que dobla a la realizada para los juegos olímpicos de Pekín, que según fuentes del partido comunista se multiplica por infinito.

Ciento ochenta y nueve países de los cinco continentes participan en la expedición. Se espera una asistencia masiva de más de setenta millones de personas, noventa y cinco por ciento de chinos y el resto extranjeros, entre el 1 de mayo y el 31 de octubre que dura la muestra.

Pero se ve que sólo son estimaciones, porque, ¿dónde están los parkings repletos? Apenas han conseguido ocupar el de la entrada número uno hasta la mitad, de las diez inmensas explanadas   preparadas para la ocasión en los alrededores.  ¿Quién hizo los cálculos? Lo que más se ven son voluntarios, que en China abundan. Brazalete rojo y a vigilar por las calles. A los de la expo les han asignado un uniforme verde y blanco y han colocado a uno cada tres metros aproximadamente. Se ven más que visitantes.

A Europa llegan informaciones tales como que está siendo un rotundo éxito, aforo completo, no cabe más nadie,... cuando yo llegué, todo estaba vendido. Imposible comprar entrada, no se encuentran. Tras media hora de insistencia y mostrar sendos billetes de color rojizo, la entrada aparece como por arte de magia. Parece que se cayó alguien de la lista.

Que ciertos pabellones se llenen de chinos curiosos como el de Japón con su monje Jianzhen, el de Dinamarca con su sirenita o el de España con su gloriosa exhibición de mimbres de colores, no quiere decir que no entre ni un alfiler más. España se ha cubierto de gloria con una inversión de 23 millones de euros, en plena crisis financiera, que pagan los ciudadanos más humildes. En su cesto de ropa sucia y con uniformes para staff diseñados por José Miró, ha conseguido encandilar a los chinos a golpe de abanico de bailaora flamenca.

Bigas Luna es el artífice de lo que acontece en la sala 1. Alude a la fuerza creativa de un país desde lo esencial, lo primitivo, desde la misma tierra, con unos huesos colgados del techo. Un sello personal que no pasa desapercibido para propios y extraños. Mezcla el flamenco con la prehistoria, el pasado morisco, Picasso, los sanfermines y finalmente el deporte, donde incluye la aparición estelar de Gasol y Nadal. Seis minutos que dan para mucho. Se intuye su toque personal, mezcla de locura e ingenio, con una fantástica explosión de colores.
En la sala 2 se aprecia una combinación de gigantescas pantallas en distintos planos, alturas y ángulos de proyección, sobre las que Basilio Martín Patiño traza un enrevesado retrato entre irónico y tierno, utilizando imágenes de archivo y de rodaje, con el que más que explicar nada, trata de emocionar al público chino carente de referencias.

Un bebé gigantesco preside la sala 3. Es de fabricación yanqui y no para de llorar, incluso llueven pompas de jabón. Mide seis metros y medio y acojona más que otra cosa. Unos bebés proyectados sobre telones a tiras reciben a los visitantes de la sala anterior con un “hola” y “nihao”. Isabel Coixet es la encargada de gestionar este último espacio, donde se evoca según ella, a los deseos y sueños, de cómo imaginan sus ciudades del futuro, sus casas, espacios públicos, energía, transporte, alimentación,...

Hablando con una persona de staff del pabellón de Venezuela, el cuál permanece cerrado tras los primeros días de inauguración, me confirma lo que imagino: “Todos vinieron aquí a vender hermano, todos menos nosotros, que vinimos a trabajar sobre la conciencia de la gente”. Esperemos que cuando empiecen tengan éxito.

La Expo universal se creó hace unos 150 años para divulgar costumbres, cultura, formas de vida, economía,.. de los distintos países que habitan en los cinco continentes. La sensación actual es que en la mayor parte de los pabellones se vende turismo. Aunque no se qué turismo van a vender, si es que los chinos van a otro país es a trabajar. Todavía apenas existe la palabra vacaciones en sus diccionarios.
En definitiva, cuentos y leyendas en la China, manipulaciones varias que ocultan la verdad no deseada. Los trapos sucios del comunismo se limpian en casa.

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