Mi foto
MundosInsolitos
Ver todo mi perfil

Seguidores

lunes, 17 de mayo de 2010

Mr. Smith afloja billetes

Algunas veces, sentado en un bar de mala muerte, de cualquier barrio de mala muerte, de esos que tanto abundan por el mundo y que tanto nos gustan a los viajeros autónomos y autodidactas porque nos venden cerveza barata, te dan ganas de estamparle la botella en la cabeza a algún guiri de mala vida y hacerla añicos en su inservible azotea.

Según va avanzando la cuenta, que no siempre es directamente proporcional al número de birras que te bebes, tus oídos captan datos cuanto menos inverosímiles, de los que sientes la necesidad de contrastar por tratarse de acusaciones arriesgadas.

Acaba de pasar Mr. Smith, incipiente y respetable hombre de negocios en su barrio londinense, donde todos lo idolatran por haberse forjado una existencia fructífera en cuanto a poder económico. Sus hijos lo veneran como buen padre, su mujer como buen marido, hasta su perro le lame la mano en señal de agradecimiento por los buenos cuidados. Los vecinos lo envidian por su coche, por su casa en la costa de España, donde suele ir con su familia a pasar sus temporadas estivales. Durante el año viaja de un lado a otro del mundo, gestiona compras y ventas por todos los confines de la tierra para seguir manteniendo estable el desarrollo de su cada vez más ostentosa empresa. Le gusta comprar barato para vender caro, y se jacta ante sus compatriotas europeos de sus buenas y rápidas gestiones. Pongo los billetes y convenzo.

Es el mismo método que utiliza cuando sale por la noche. El mismo y sencillo método de mostrar los billetes. Lo lleva haciendo muchos años. No lo hace de cara a la galería, porque le gusta guardar las apariencias, las mismas que le hacen respetable ante su familia, ante sus vecinos londinenses, ante los miembros de su plantilla. Depende del grado de alcohol que corra por sus venas, aumenta o desciende la edad de sus víctimas. Esta noche, unos cuantos litros de cerveza recorren su flácido cuerpo. Quizás hagan falta unas dosis mayores de viagra de lo que viene siendo habitual. Pero la víctima se antoja menor de edad. Entre cuarenta y cinco y cincuenta años menor que él si es posible. Del precio no hablamos. Lo que haga falta. Al fin y al cabo, el poder del dinero se hace más fehaciente aún si cabe en algunos lugares obligados a sobrevivir en el día a día, en algunos hogares humildes, en algunas familias tan pobres que por necesidad se ven obligados a vender a sus propios hijos, para que bastardos como Mr. Smith culmine su buena noche de goce y disfrute tras una jarreada de algunas docenas de cervezas a lo largo del día. En definitiva, ¿que supone para un tipo de negocios que amasa en su cuenta corriente un millón de libras y varios millones más en propiedades, un par de billetes o tres de mil pesos de los tantos que guarda en su sucia cartera?

Me pongo a pensar en la niña, con certeza virgen, en la posición que la coloca sus vomitivas fantasías sexuales, en su momento de amargura y agonía sin estar segura de lo que está ocurriendo, en su pérdida de inocencia, entrará en un mundo sin retorno, cuando vaya al parque no será lo mismo, quizás no pueda volver a mirar a sus amigos con la misma cara, todo por la culpa de un par de billetes o tres que con mucho, solucionaré el penitente apetito de su familia durante algunos días en el mejor de los casos, o quizás permita a su padre emborracharse con ginebra y apostar lo que le sobre en el bar de la esquina, en el peor de los casos.

Pero Mr. Smith seguirá viviendo con su misma cara, con su cartera repleta que día tras día engorda, permitiéndole dominar su mundo a su antojo. Volverá a su barrio de Londres y será respetado, su familia lo idolatra como buen padre como buen marido, su perro le lame la mano cuando le da de comer. El mundo a sus pies. Mr. Smith se multiplica día a día. Puede llamarse Mr. Turrón o Mr Mcallister, Mr. Scabolini o Mr. Chuang, pueden provenir de un barrio de Madrid o de Edimburgo, de Milán o de Seoul, ellos siempre serán bien aceptados y tratados como señores, no porque lo sean, sino por sus billetes.

Pero viajando, en uno de estos barrios de mala muerte, cualquier día puede topar con alguien con la vida suficiente para poder leer entre líneas, para descifrar el juego macabro que Mr. Smith se trae entre manos, con su doble cara de dr. Jekyll & mr. Hyde, y se levantará de su silla cuando estén compartiendo cervezas y le estrellará una en su frente, en el mejor de los casos, o pagará a unos malandros callejeros unos pocos miles de pesos para que cuando vaya dando tumbos camino de su hotel, le rajen la vena aorta del cuello y liberen al mundo de lacras como esta, en el peor de los casos. Quien a hierro mata, a hierro termina.
El mundo está contaminado por el dinero. La inmensa mayoría del mundo idolatra a la inmensa minoría porque poseen dinero, directamente proporcional a poseer poder. Con el dinero se consigue lo que se quiere. Para poseer dinero habría que saber compartirlo, pero no es requisito indispensable. El que lo tiene lo exhibe, por eso ahora, por todos estos confines donde apenas lo hay, todos los de piel blanca lo poseemos y somos blanco habitual. Por el hecho de que la inmensa mayoría de los que viajan lo exhiben, muestran su privilegiado poder ante los que no lo tienen.

Apenas te encuentras viajeros a la vieja usanza, de esos que se mueven por el mundo como impulsos cardíacos, con ganas de descubrir, con ganas de vivir e impregnarse de las culturas del lugar, la mayor parte de los que se permiten el lujo de viajar llegan a un lugar a exhibir su poder en poco tiempo y se van. Nadie vive ni trata de hacerlo. Casi nadie está mejor dicho.

En tiempos remotos imagino a los viajeros emprendiendo su viaje a ninguna parte, a un lugar desconocido y oculto, con cuatro cosas en el petate, lo justo y necesario para sobrevivir a la aventura, de camino de ida e incierta vuelta, con pasión por conocer lo desconocido. Los viajeros de ahora van exhibiendo su poder, contaminando lo que tocan y por donde pasan, transformando lo original en deshonesto. Para ir así por el mundo, mejor si te quedas en tu barrio y contaminas tu vida. Decía el Che en alguna de sus geniales frases, si dejas que el mundo te cambie, conseguirás cambiar el mundo.

0 comentarios: